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Lo que nos preocupa hoy es una de esas luchas que parecen sacadas de una película del oeste,cuando el resplandor de las minas de oro cegaba a los pistoleros. Se la conoce como La Guerra de los Huesos y tuvo lugar a mediados del siglo XIX. En esto participaron dos paleontólogos, que terminaron siendo rivales hasta la muerte. Sus nombres: Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh. Cope invitó a Marsh a contemplar su trabajo y se dio cuenta del error cometido por su socio.En su reconstrucción, Cope confundió la cabeza con la cola. Se conocieron en 1864 en Berlín. Ambos eran refugiados en Europa. No solo compartían la preocupación por interpretar el pasado a través de fósiles, sino que los dos habían huido de Estados Unidos como resultado de la Guerra Civil. La amistad se rompió cuando regresaron a su país. Era el año 1868 y Cope acababa de descubrir en Nueva Jersey los restos de un extraño reptil al que llamó Elasmosaurio (cinta de reptil). Lo reconstruyó instintivamente y el boceto fue publicado en la prestigiosa revista Actas de la Sociedad Filosófica Estadounidense. Para lucirse el hallazgo, invitó a Marsh a contemplar su trabajo y se dio cuenta del error cometido por su socio. En su reconstrucción, Cope confundió la cabeza con la cola. El aprecio de Marsh hirió a Cope hasta tal punto que no prestó atención a los motivos de su socio. Tuvo que ser Joseph Leidy, profesor de historia natural, quien demostró el error de Cope al tomar la última vértebra de la cola del extraño reptil y encajarla en el cráneo. A partir de ese momento, Cope y Marsh se convirtieron en enemigos. Ante la humillación sufrida, Cope compró todos los ejemplares de la revista donde aparecía el boceto de su hallazgo, excepto dos que pertenecían a Marsh, quien no estaba dispuesto a divulgarlos. A partir de aquí, la historia está llena de expediciones por el salvaje oeste, un territorio mítico donde aparecen los indios sioux junto a Buffalo Bill y todo el imaginario de un western crepuscular. De fondo, la rivalidad entre dos científicos, una lucha violenta que nada tiene que envidiar a la lucha por una mina de oro. Boicots con dinamita, escaramuzas, engaños, acusaciones de plagio e incluso bromas como la que hizo Marsh al nombrar un mamífero fósil. Anisconchus cophater, en alusión a Cope y su dentadura postiza; los mismos dientes que usó para jugar con los sioux y ganarse su confianza en el territorio hostil del hombre blanco. Al final, los dos palentólogos se arruinaron. Murieron sin reparar, dejando toneladas de fósiles almacenados en cajas cerradas La disputa entre los dos científicos fue tan fructífera para la paleontología que se toma como ejemplo cada vez que se critica la rivalidad sin límites. Si funcionó, imaginemos qué hubiera pasado si, en lugar de competir, los dos hubieran cooperado. Finalmente, una recomendación libresca de Michael Crichton y su novela póstuma Diente de dragón (Plaza y Janés), que nos cuenta esta historia de aventuras, enemistades y paisajes crepusculares. Un western donde el pasado se convierte en protagonista cada vez que intenta ser desenterrado. El hacha de piedra es una sección donde Montero GlezCon afán de prosa, ejerce su particular cerco de la realidad científica para mostrar que la ciencia y el arte son formas complementarias de conocimiento.